El Sueño de la Tierra: Reflexión Integral Basada en las Propuestas del Sacerdote
Thomas Berry
-Hacia una Comprensión Post Posmoderna-
Giorgio Piacenza Cabrera
Compatible con el pensamiento andino del “Buen Vivir”, con la reciprocidad que
inspira la Pachamama, con una visión
holística, fluida, humanitaria, más participativa y apta para el complejo devenir
de la Vida; compatible con el pensamiento “Integral”
de Ken Wilber, con la transdisciplinariedad, con las propuestas de Edgar Morin,
el sacerdote pasionista, historiador y eco teólogo Thomas Berry, propuso que los procesos de la Vida en la Tierra son
una manifestación tangible de la presencia divina. Según el padre Berry (quien falleció
en 2009) el Universo Físico literalmente se puede leer como un relato donde se logra
percibir al espíritu creativo de Dios. Crítico del reduccionismo en la
modernidad y del excesivo énfasis cristiano en Dios como un espíritu
trascendente e independiente de la naturaleza, Berry concibió que habría que
re-educar al Hombre contándole la historia científica del Cosmos como
representativa de un verdadero sueño creativo divino del cual también él emerge
y no puede desligarse. El “reencantamiento
del mundo” sobrevendría no en
contraposición a la ciencia sino integrando sus descubrimientos en una cultura
sonde el misterio vuelve a sentirse y la Vida a apreciarse. A continuación, animado
por extractos traducidos de “The Dream
of the Earth”, trataré de explicar mi comprensión de la Teoría Integral.
“A fines del siglo XVI
y principios del XVII otra visión histórica fue presentada por Francis Bacon,
la visión de un mejor orden en los asuntos del mundo a través del control
científico sobre el funcionamiento del mundo natural”… “No obstante sus
diferencias, tanto el capitalismo liberal como el marxismo socialista se
dedicaron completamente a esta visión de progreso industrial” (Berry, 1988, p. xxi). Comentario: El pensamiento complejo e
integrador debe muy delicadamente distinguir tanto los efectos positivos como
lo negativos que la adopción del método científico, la industrialización y la
modernidad significaron para la libertad de consciencia y felicidad de los
seres humanos. No solo hubieron efectos negativos. Durante la modernidad oficialmente
se abolió la esclavitud casi por completo, se establecieron los derechos
humanos, se eliminaron muchas plagas, los regímenes autoritarios fueron
abiertamente cuestionados, el porcentaje de la población que fallecía en guerras
u otros actos violentos disminuyó, se alfabetizó más a la población global y se
llegaron a conocer leyes fundamentales de la materia. Sin embargo se
debilitaron los vínculos directos con el medio natural, se globalizó una
especie de mono cultura racional instrumental a expensas de otras formas
válidas de conocimiento, aumentó la anomia, se redujo la espiritualidad y la
multidimensionalidad del Hombre y del mundo a una chatura ideológica
fisicalista, se puso a toda la vida en
la Tierra en peligro, se sometieron los valores espirituales al relativismo y
al consumismo. Según el filósofo Ken
Wilber (quien se apoya en investigadores del desarrollo dado en etapas tales
como Jean Gebser), en términos
generales (y a pesar de los exclusivismos ideológicos), la modernidad significó
más un avance que un retroceso para el ser humano; una etapa socio-cultural
evolutiva necesaria y posterior a aquella dominada por las organizaciones y el
pensamiento mítico-agrario-feudal. La
modernidad sería una etapa necesariamente previa a la “posmoderna” (o “verde”)
en la que se enfatizarían las relaciones inter personales y ecológicas
horizontales. Según
Wilber en cada etapa sicológica, cultural y social la consciencia humana es
capaz de albergar más aspectos de la realidad o más complejidad y sin los
métodos de investigación modernos no nos hubiéramos percatado de la actividad
de la “evolución”. Cada etapa sería secuencialmente necesaria pero debería
trascender e incluir los descubrimientos esenciales e importantes de la etapa anterior.
Si no se incluyesen descubrimientos esenciales se podrían conformar “sombras” (en
el sentido Jungiano) o patologías inconscientes afectando la vida en la nueva
etapa.
Wilber
propone que solo después de la etapa en la que la consciencia percibe y revela
al mundo de manera sistémica, igualitaria, horizontal o “verde” puede surgir un
cambio mucho más fundamental, uno que trasciende incluso a la percepción
holística, no reduccionista (parte de la posmoderna y verde). Esta etapa de
comprensión y actividad de la consciencia es “holárquica” en el sentido que en ella se equilibran las
inclinaciones jerárquicas verticales y las igualitarias heteráquicas horizontales. Por
primera vez en la historia de la humanidad se pensaría y sentiría que lo nuestro:
nuestra cultura, nuestros modelos y conceptos no son exclusivamente mejores y
se tendría la inclinación de aprender e integrar todo las verdades de todos los
modelos anteriores y presentes. Sería la etapa de consciencia, cultura y
sociedad “Integral” acompañada por
una cognición trans-sistémica que avala todas verdades reveladas por los
métodos y las visiones anteriores preferiblemente junto a un modelo (como la
Teoría Integral) que revela estructuras organizativas “trans” y cómo todas los conocimientos
previos (subjetivos, sociales, culturales, objetivos) se cohesionan. Así como
para que un “transhumante” pueda al caminar experimentar, interpretar y
comprender algo de la compleja variedad de un territorio, el que quiera vivir
en el mundo complejo actual sin limitar su capacidad interpretativa a una o a pocas
ideologías y-o disciplinas aparentemente inconexas deberá utilizar un modelo
más profundo que le sirva para relacionarse con el todo en conjunto. Mucho
podemos aprender de la sabiduría y actitud del “Buen Vivir” relacional de las comunidades epistemológicas
tradicionales del “Perú profundo” pero estamos en una etapa en la que también debemos
saber integrar esta sabiduría con los descubrimientos liberadores de la
modernidad y la posmodernidad.
Creo que
para lograr la ansiada “transdisciplinariedad” se habrá de contar con un modelo
más fundamental pero relativamente sencillo en el cual se puedan distribuir las
diversas disciplinas y modos del saber humano. El aspecto estructural de la Teoría Integral sería el primer modelo en
el que se ve cómo se relacionan coherentemente todos los conocimientos de la
especie humana. Según Wilber, se puede llegar al pensamiento integral solo
cognitivamente o por medio de la razón pero para ser una persona integral hay
que percibir y sentir lo que significa con los aspectos de nuestro ser que
definen nuestra auto identidad. En esta etapa de desarrollo “integral”, la
necesidad de sentir apegos exclusivos a ideologías entendidas como mutuamente
exclusivas es gradualmente reemplazada por un sentir y una actitud “dialógica” que
reconoce tanto lo propio como lo incompleto en las ideas y cosas lo que lleva a
apreciar la relación o comunión de las partes como una llamada a una mayor
unidad trascendente. Se reconoce que todo objeto de la experiencia es lo que Arthur
Koestler llamó un “HOLON” o
simultáneamente una parte y un todo, algo simultáneamente completo e incompleto.
También se descubre que nuestra consciencia que puede percatarse de esto en si
no se limita a esta dualidad dinámica, que
en si no es una consciencia “de algo” sino una consciencia simultáneamente
participativa y todo-inclusiva en la Non Dualidad.
“De
especial importancia es el ensayo ‘El Sueño de la Tierra’. En él me ocupo de la
Tierra no como el objeto de algún sueño humano, sino de la Tierra misma y de sus
poderes innatos para generar esta asombrosa muestra de belleza con tan
inagotable profusión y producción tan sobrecogedora para la conciencia humana
que podríamos muy bien decir que es ‘soñada’ para llegar a existir (Berry,
2008, p. xiv)”. Comentario: Hay un Espíritu Universal
inabarcable en la mente pero percibible subjetivamente en 1ra persona y los
místicos de muchas tradiciones podrían decir que sostiene, guía interiormente y
siente a su Creación aunque nunca se limita a ella. Sería un concepto panenteísta y no panteísta y quizás la
idea de Illa Tecsi Wiracocha Pachayachachi de los Quechuas coincida
suficientemente con la del “Wakan Tanka” de los Dakota Sioux y con la de Para
Brahman del Vedanta. El panenteísmo tampoco sería incompatible con la
concepción cristiana pues en ella no solo se piensa que Dios creó al mundo “ex
nihilo” sino que lo sostiene en cada instante pues su existencia contingente no
podría sostenerse a sí mismo. En esto podría quizás también haber un enlace
conceptual con el budismo (especialmente en su versión más esencialista
“Jonang” o “Maha Madhyamika”). Wilber declara que las experiencias místicas a
lo largo de la historia son una forma subjetiva pero empírica de demostrar la
existencia del “Espíritu”. Bajo un concepto amplio de la aplicación del “método
científico” y de las recomendaciones hermenéuticas de la posmodernidad, estas
experiencias (realizadas por personas que comparten una preparación común, un
método, un experimento aportador de datos y un diálogo hermenéutico respecto a
lo experimentado) pueden considerarse como epistemológicamente reales y válidas
y aportantes de conocimientos verdaderos. Según Berry, se puede válidamente
decir que el Espíritu Divino “sueña” a todos los seres vivientes incluyéndonos
a nosotros. Berry nos recuerda la importancia de la función divina de sostener,
propiciar y diversificar al Cosmos y a
la vida. Este “Espíritu” (que en nuestro medio andino podría llamarse “Kausay”) es la consciencia-esencia y trascendencia-inclusión
impenetrable que nos anima pero aun así -como seres auto conscientes (capaces
de co-crear y movernos en direcciones propias) debemos alinear nuestras voluntades
con las reglas de un todo organizado para así vivir en armonía en la Tierra y
el Cosmos. Este “Espíritu” que puede ser definido como la Vida misma también
puede ser entendido como un ser personal (un supremo “otro” en relación con
nosotros), como una inteligencia objetiva, abstracta en 3ra persona gramatical
y como un yo en 1ra persona subjetiva con el cual podemos gradual o
radicalmente compenetrarnos como los místicos cristianos, ortodoxos, sufíes e
hindúes...y hasta quizás como los “Ruwal Altum Misayoq” de nuestros Andes.
Un tema
interesante que Wilber menciona es que, como seres humanos, ya incluimos a todos
los niveles y tipos de inteligencia que
nos precedieron y nos conformaron en los procesos evolutivos del Kosmos. Abarcando
constitutivamente una cadena trans holárquica tenemos y trascendemos lo
cuántico, átomos, piedras, montañas y animales. Por eso mismo tenemos mayor
consciencia y responsabilidad y como somos capaces de entrelazar y crear
modificaciones en los “tres pachas” debemos primero abrir los ojos del corazón al
“Gran Misterio” (al “Wakan Tanka” de los Dakota Sioux), al Tao, al Espíritu
Santo tratando de orientarnos, al Allin Kausay
y así asumir voluntariamente nuestra responsabilidad participativa.
Según Wilber
no somos “parte” de un todo porque tenemos un alto nivel de auto-consciencia:
somos partícipes. Al distinguir el rol
de los seres con subjetividad de los seres sin subjetividad o casi nada de
subjetividad Wilber tiende a no entender la cosmovisión de los pueblos
originarios que dice que todo objeto nos habla y está vivo. Esto es una
distinción parcialmente válida para que no existan confusiones entre los
aspectos físicos y no físicos que él define en sus “cuadrantes”. Por ejemplo,
Wilber cree que no hay que confundir el concepto de “Gaia” con el de un ser
consciente. Yo creo que Wilber olvida que en un nivel más interno y sutil de la
existencia la consciencia de “Gaia” o “Pachamama” sí puede expresarse
directamente. También creo que a través del control informático material de
este nivel la Pachamama puede indirectamente expresarse a nivel físico. Estas son sutilezas que quizás actualmente
sean demasiado para “digerir” pero que a medida que la ciencia avance serán
incorporadas sin mayor resistencia y comprendidas ampliamente. Hay que entender
que Wilber quiere sanamente desligar a la Teoría Integral de confusiones retro-románticas realmente existentes en el
movimiento holístico y el “new age” con el que su propio pensamiento es
frecuentemente confundido. Él quiere establecer un “Pluralismo Metodológico Integral” que sea capaz de integrar todo
tipo de conocimientos pero quiere hacerlo siguiendo y dependiendo (demasiado
estrictamente) las pautas trazadas por la modernidad y la posmodernidad dentro
de lo que en años recientes ha llamado “Post
Metafísica Integral.” Según su pobre
entendimiento conceptual acerca de la “metafísica” esta no debe ser
especulativa sino estar refrendada por verificación empírica grupal. En relación a esto creo que si pensamos en lo
que se entiende por “metafísica” popularmente Wilber tiene algo de razón.
También es un buen aporte extender lo que se consideraría científicamente
válido a lo que se puede explorar empírica y grupalmente más allá del mundo
físico. Sin embargo, Wilber (a pesar que para ser “integral” hay que reconocer
que los tres mundos se conectan) él deja de lado o no enfatiza la exploración
de todo un mundo situado entre el misticismo espiritual y el mundo físico. Es
más me parece que (para poder adaptarse a los requerimientos formales de la
academia ortodoxa) su énfasis actual no incluye en toda su amplitud a la
realidad (cada vez más científicamente evidente) del mundo de las fuerzas
sutiles; al nivel intermedio de la realidad ontológica. Por eso deja de lado un
vasto mundo de conocimientos chamánicos y de planos sutiles del espíritu que
nuestros antepasados valoraron y exploraron. Por eso su filosofía basada en la
complementación de opuestos carece de congruencia con el nivel de realidad que
le corresponde y (ya que es budista mahayana) en sus prácticas diseñadas a
anclar corporalmente el sentir espiritual generalmente se enfoca en formas de
meditación diseñadas para reconocer y vivenciar estados no duales.
Sin
faltarle cierta razón, Wilber muestra que -dentro del emergente pensamiento
alternativo sistémico y “verde”- a veces se dan lo que él denomina “falacias pre-trans” en las que
descubrimientos presentes son denigrados y reemplazados por descubrimientos de
etapas anteriores. Él considera a la Tierra de una manera primordialmente
física y conformando una serie de sistemas físicos interconectados que a veces
“retro-románticamente” son
confundidos con una vida auto consciente o poseedora de una individualidad o
“locus de control” propio. Aun así, pienso-siento-vivencio que la Tierra sí es
un ser vivo y que desde su mundo mental y su fuerza espiritual verdaderamente “sueña”
a toda la profusión de vida en la que participamos. Nosotros podemos percibir
su espíritu e inteligencia más directamente en los planos sutiles e internos como
lo hacen los alto misayoq, los misayoq y los pacos andinos y -más
indirectamente- en las señales dadas por su exterioridad física. Yo pienso que
en realidad los niveles físico, mental y espiritual de la Tierra (y de todo lo
existente) estarían incumbidos bajo las tres modalidades primarias de
interacción, interpenetración y la (poco conocida) inmanencia mutua. Revelar
epistemológicamente cada nivel dependería de su conexión directa con cada una
de tres lógicas primarias que el “Katuskoti” de la India revela:
Pensamiento definible con el medio excluido, pensamiento relacional dialéctico
en cuanto a que los opuestos se necesitan mutuamente y el pensamiento
“neti-neti” (usado por el filósofo budista Nagarjuna) que reconoce que lo real
no puede ser definido ni por sí mismo ni en relación. A mi entender el pensamiento sistémico y el
pensamiento de la cosmovisión andina se relacionan más con la segunda lógica y se adaptaría mejor al imperativo de poder
aceptar la ambigüedad en la complejidad que sugiere Edgar Morin. Sin embargo,
el “Pensamiento Integral” bien entendido sería aquél que incluye y trasciende a
las tres lógicas.
A pesar
de sus grandes aportes, Wilber –a diferencia de los sensitivos andinos- a veces
enfatiza demasiado la distinción y esto se debe en parte a que está más fuertemente ligado al
linaje eurocéntrico que nosotros en países imperfectamente colonizados
culturalmente y en los cuales no hemos por completo olvidado nuestro pasado ni
hemos aceptado completamente lo que nos fue impuesto. Esto significa que en
nuestro carácter nacional se halla una mayor flexibilidad que en sí misma es
una característica integral. Espero que las generaciones futuras no crezcan
ciegas al aspecto positivo de este legado. Aunque podemos aprender mucho de la
Teoría Integral también debemos mantener los descubrimientos empíricos básicos
ligados a nuestros conocimientos ancestrales. Estos podrían añadir mucho a una
ciencia futura mucho más amplia y completa.
“Justo en
estos tiempos uno de los roles históricos significativos de la gente primal del
mundo no es la de simplemente sostener sus propias tradiciones sino la de
llamar/alertar a todo el mundo civilizado para que regresen a un modo más
auténtico de ser (Berry, 1988, p.4)”. “En su mística tradicional sobre la
Tierra están emergiendo como uno de los guías más seguros hacia un futuro
viable” (Berry, 1988, p.5)”. Comentario: Como Edgar Morin, Thomas Berry también
reconoce que el pensamiento tribal pre moderno puede aportar importantes modos
de entender y participar respetuosamente con la naturaleza. Ken Wilber también
señala que los “integrales” deberíamos aprender de los ejemplos de SOLIDARIDAD y
coherencia social mostrados por los pueblos originarios. Sin embargo, creo que
hay algo muy importante que igualmente deberíamos incorporar y que por no unificar
el estilo de ser del discernir conceptual o “pensar” racionalista con el estilo
de ser involucrado con el Fluir de la Vida en nuestras existencia práctica, no
nos atrevemos ni a mencionar ni a explorar: es la real participación humana en
la creación intercambiando fuerzas humanas intercambiando fuerzas físicas con las
sutiles y causales. Inclusive se podría hablar de un “activismo sutil” como
sugiere Adrián Villaseñor-Galarza en “Teachings from the Deep South” publicado en
2012 por “Integral Review: A Transdisciplinary and Transcultural Journal for
New Thought, Research and Praxix.”
Aunque
tanto en el “Pensamiento Complejo” de
Morin como en el “Pensamiento Integral”
de Wilber hay un modo de pensar y sentir parecido compatible con “pensar-vivir-participar” (Yachay-Munay-Llankay)
de los pueblos “originarios”, el pensamiento sistémico y post-sistémico o
holístico y post holístico de algunos pioneros actuales quizás no pueda llegar muy
lejos dentro del sentir-vivenciar de la academia moderna. Esto es lo más difícil
y lo que tiene que cambiar para que las nuevas propuestas prosperen.
Aunque en
las nuevas propuestas intelectuales así como en las tradiciones de los pueblos
originales existe una lógica relacionante
y más inclusiva (que nosotros podríamos definir como “ambos-y” o, en inglés, “both-and”);
una lógica basada en la complementariedad
(en la que los importantísimos “opuestos” pueden ser excluyentes así como
mutuamente necesarios); una “lógica” que nos ayuda a entender los fenómenos de
la Vida y-o de la “realidad” como definidos, organizados y estructurados así como
fluyentes, incompletos, mutuamente implicados y creativamente abiertos, la
necesidad de presentar ideas de manera “racionalmente admisibles” dentro del
sentir y pensar moderno clásico (centrado en el “tercero excluido”) impide
entender por qué la complementariedad es superior. Es que la lógica clásica
alteró el sentir colectivo al haberse utilizado con un método riguroso (y
físicamente exitoso) para manipular objetos físicos que funcionan bajo leyes y
características exteriores estables.
Hay que
pensar que todos funcionamos con varias lógicas pues no somos seres
unidimensionales sino simultáneamente subjetivos,
objetivos, intersubjetivos e inter
objetivos y tres distintas lógicas nos sirven para vivenciar, comprender y
participar en estos aspectos. Hay que recordar que los “indígenas”, la gente de
los “pueblos primarios” también poseían una racionalidad instrumental (aunque
sin un apego estricto a ella como el típico habitante epistemológico
eurocéntrico). Ellos no se sometían ni a la lógica de la exclusión o al método
correspondiente que prioriza la manipulación de estructuras físicas estables.
Sin embargo está “lógica” estaba incorporada a una racionalidad más amplia afín
al “Pensar Sistémico”, al “Pensamiento Complejo” que tolera la ambigüedad, al
“Pensamiento Integral” (cuyo símbolo fundamental es el “HOLON”). En esta lógica
también afín a las cosmovisiones de los pueblos originarios la relación prevalece en el sentir, pensar
y actuar dentro de lo que en occidente podríamos llamar una “lógica inclusiva ambos-y” que también
se vislumbra en la dialéctica de Hegel y en el “ORGANICISMO” del filósofo emérito Archie J. Bahm. Mientras que los herederos de las tradiciones
eurocéntricas enfocan el uso de esta lógica en el ámbito mental-conceptual y
físico (por ejemplo explorando las implicancias de la Teoría de Sistemas), los
herederos de etapas culturales pre-modernas, menos analíticas, con tesis menos rígidas
o mutuamente excluyentes y con una actitud vivencial más fluida consideran como
reales a todas las experiencias vitales.
En los últimos esta “lógica” (aunque no la conceptúen como una “lógica”
sino como un saber de la vida) se incorpora en todo lo que hacen en el reconocimiento
sencillo y cotidiano de todos los fenómenos como igualmente válidos. Aunque de
ser necesario también pueden pensar y obrar con una lógica más dicotómica,
instrumental o exclusiva perciben que el mundo de esta lógica está supeditada a
una más inclusiva y vital. Por lo tanto no tienen por qué enfocarse únicamente
en los fenómenos físicos cuya estabilidad relativa congenia mejor con la lógica
del medio excluido.
Me parece
que el mundo participativo humano y los modelos que debemos construir no serán
completos sin la verificación de los fenómenos vitales que incluyen formas de
existencia no físicas. Al respecto creo que Morin y Wilber son muy cautos ante
la oficiosidad de otros colegas intelectuales como para ir más allá de hablar
sobre los útiles ejemplos de solidaridad y reciprocidad que podemos aprender de
los pueblos originarios respecto a las relaciones sociales. No sé si ellos reconozcan
públicamente la importancia de la interacción fluida y natural que estos
pueblos tradicionalmente sostienen (o sostuvieron pues también están
desapareciendo) con “otros pachas” tan reales e influyentes en nuestro mundo.
Los
practicantes del Vedanta Indio reconocen y empíricamente exploran una cadena de
mundos en relación a cuerpos y substancias psíquicas-sutiles tales como el “Linga
Sharira” el “Manomaya Kosha” y el “Chitakasha”). Es posible que la ciencia
moderna ahora interesándose en la posibilidad de un mundo sub-cuántico definido
por la “información” llegue a descubrir estos mundos y substancias antes
explorados en un contexto cultural mítico. Me parece que (en parte gracias a la
doctrina católica) el padre Thomas Berry, tenía una sensibilidad con la que la
experiencia humana no solo corresponde a un mundo físico delimitado por lo
mecánico y/o por lo sistémico-auto organizativo. Quizás en países como el Perú la
sensibilidad católica aunada a las cosmovisiones indígenas nos proveen de una
apertura más inclusiva que la racional-instrumental y también que la racionalista-sistémica
por lo que potencialmente podemos generar modelos complejos e integradores que respetan
la importancia del mundo sutil y que
intelectuales de linaje más netamente europeo aun prefieren evitar a pesar que
este mundo también puede ser estudiado y comprobado empíricamente. Creo que nuestros
“pensadores del sur” podrían también distinguirse de esta manera presentar ante
el mundo intelectual la aceptación de fenómenos vitales no estrictamente
“físicos”. Es más, hay evidencia que –para
mantener el estatus quo cultural e industrial- se han suprimido (adrede y/o
irracionalmente) descubrimientos e inventos que relacionan a la materia física conocida
con otros niveles internos más sutiles que no solo la podrían re-informar y
reestructurar (junto al espacio-tiempo) sino también combinar con ella para la
generación de energía.
“(El hecho
que no nos revelamos con cierto horror ante las actividades que violan la
integridad de nuestro planeta) revela que existe una alteración en un nivel más
básico de consciencia y en una magnitud de orden más grande de la que osamos
admitir o inclusive a pensar. Esta forma sin precedentes de patología no solo
se halla en aquellas formas más inmediatas de la actividad económica que han
realizado tal daño; también se halla profundamente incrustada en nuestras
tradiciones culturales, en nuestro lenguaje en todo nuestro sistema de valores”…“Hemos
subvertido la ley biológica básica que toda forma de vida contará con otras
formas de vida o condiciones que limiten su expansión, de manera que ninguna
forma de vida o grupo de las mismas sofoquen a las otras (Berry, 2008, p.10)”.
“Debemos
tener en claro qué pasa cuando destruimos las formas de vida de este planeta.
La primera consecuencia es que destruimos modos de presencia divina”…“Si
nuestro vigor vital crece es porque la comunidad terrestre nos pone a prueba,
forzándonos a luchar para sobrevivir, pero al final se revela como una
providencia benigna” (Berry, 2008, p. 11)”.
Comentario: En la práctica los seres humanos
de todas las culturas reaccionan con apego a formas de sobrevivir tecnológica y
exteriormente más cómodas. Frecuentemente cuando se presentas machetes, ollas,
o espejos a miembros de poblaciones no contactadas una respuesta frecuente es su deseo de poseerlos. Al no poseer
demasiada tecnología las culturas tienden a incorporarse mejor en su medio
ambiente tomando lo necesario sin depredar Sin embargo, la difícil experiencia
física de la vida humana parece contener una inclinación para aceptar cualquier
forma que satisfaga necesidades físicas primarias.
Si pensamos que el ser humano solo es producto de una evolución material quizás
no hallemos (ni siquiera aludiendo a la tendencia hacia la cooperación sinérgica
entre organismos biológicos) respuestas para modificar estas tendencias. Quizás
la ambigüedad “fascinación-temor” que también existe frente al mundo de las
fuerzas sutiles se deba a razones más profundas de las normalmente
consideradas. Quizás las ofrendas de para establecer una relación de armonía
con deidades del más allá atestiguan una carencia existente en todas las épocas
y etapas de desarrollo. Quizás el temor al castigo divino y el rechazo
racional-moderno a todo tema “espiritual” sean ambos síntomas de un mal humano
de larga data. Si esto fuese así las recomendaciones y sistemas ideológicos
quizás no tengan la posibilidad de convencernos de manera profunda y
transformadora.
Tanto las
religiones “axiales” como las cosmologías de culturas “primarias” proveen
explicaciones de porqué el ser humano vive soportando privaciones, peligros y
dolores. Podrían haber claves en los “mitos”, cosmologías y cosmovisiones de
porqué la relación con el “más allá” generalmente fue (a pesar de su aceptación
pre moderna como parte de la vida cotidiana) también de incomodidad y temor. Me
parece que algún factor que nos desconecta de sentirnos cómodos con las
realidades más sutiles en las que nuestra alma participa. Es posible que
nuestra consciencia espiritual haya sido (¿genéticamente? ¿energéticamente?)
bloqueada al enfrascarnos en la experiencia física humana. Quizás sea posible
desbloquearla conectando y supeditando nuestros instintos biológicos primarios
(de auto preservación individual a corto plazo) a instintos superiores
relacionados a los cuerpos espirituales. Esto requeriría descubrir múltiples
niveles de existencia en la cual participaríamos generalmente de manera
inconsciente pero con los que podríamos también participar de manera
consciente. Esto requeriría abrir nuestro pensamiento complejo e integrador y
nuestra exploración personal y colectiva a otras corrientes de formación humana
(corrientes que han sido generalmente rechazadas por la ortodoxia cientifista
moderna) buscando integrar nuestras vidas a principios universales que ya han
sido parcialmente revelados dentro de muchas religiones (orientales y
occidentales) y parcialmente integrados en algunas escuelas de pensamiento
esotérico. Quizás lo que en occidente
llamamos “principios” podría considerarse en la sabiduría ancestral andina como
aquello ya establecido (y en ese sentido como parte del “pasado”) en el Hanan
Pacha. El aceptar a la realidad física como esencialmente buena es parte de una
sabiduría integral pero creo debería supeditarse en la experiencia y en nuestros
marcos teóricos a las leyes de carácter más universal del mundo espiritual. Por
eso, complementariamente entenderla como alejada de planos más puros o
primigenios de la realidad (como el plano causal) también puede añadir a la
sabiduría y a nuestra creciente comprensión compleja y multidimensional de las
cosas. En otras palabras, relacionando opuestos, la materia puede ser
simultáneamente ser “buena” y (dentro de la relatividad de la Vida) una
expresión alejada de las expresiones más puras.
“Este reencantamiento de la
Tierra como una realidad viva es la condición necesaria para rescatarla de la
inminente destrucción que le estamos imponiendo”. .. “Lo que personas
anteriores hicieron inmediata e intuitivamente al establecer su identidad
humana, nosotros demos hacerlo deliberadamente”… “Aunque somos integrales con
las comunidades complejas de la vida, nunca hemos estado dispuestos a reconocer
esto en las leyes, la ciencia económica, la moralidad, la educación y en otras
áreas del quehacer humano. Debemos hacer esto en el contexto de un universo
emergente. Lo que las personas de antes hacían, lo hacían en un mundo humano
limitado y dentro de una consciencia espacial. Nosotros tenemos nuestras
experiencias dentro de un modo predominantemente progresista temporal y junto
con nuestros instrumentos de entendimiento. Dentro de este contexto podemos
reconocernos no solo como una comunidad humana sino como genéticamente
emparentados a toda la comunidad de seres vivientes ya que todas las especies
descienden de un solo origen (Berry, 1988, p.21)”.
Comentario: Desde el punto de vista integral
de Wilber que reconoce la existencia absoluta de un Espíritu no-dual; Wilber
propone que todos lo existente y todas las relaciones son perspectivas de este
Espíritu que es la esencia misma de nuestra consciencia y cuyas perspectivas
fundamentales son lo Interior, lo Exterior, lo Único (o individual) y lo
Plural a partir de cuyas cuatro combinaciones surgen cuatro “cuadrantes”:
Lo subjetivo-individual, lo subjetivo-colectivo, lo objetivo-individual y lo
objetivo-colectivo. Al primer cuadrante también se le podría simplemente llamar
“subjetivo”, al segundo “intersubjetivo”, al tercero “objetivo” y al cuarto “interobjetivo”. Todo evento, cosa definible o “holon” (parte y
todo a la vez) se puede entender como manifestando estas cuatro perspectivas y
se puede entender a partir de estas cuatro perspectivas. Además todos los
métodos epistemológicos conocidos por la humanidad en todas las etapas de
desarrollo se ubicarían específicamente en uno u otro cuadrante. También, cada
cuadrante posee una posición más de “adentro” y otra más de “afuera”.
Mientras
los “cuadrantes” de este modelo son lo más importante del mismo, Wilber
reconoció por observación o de manera inductiva otros “elementos” que añadió a
su teoría: las líneas de desarrollo, las etapas de desarrollo, los estados y
las tipologías. Según él así se puede describir cualquier evento, cosa o holon
que se pueda pensar y por primera vez se contaría con una Meta teoría capaz de
incluir a todas las teorías y otorgar una visión conjunta que él también
considera psicoactiva y estimulante de una
expansión de consciencia.
Bibliografía
Berry,
Thomas (1988). “The Dream of the Earth”. San Francisco: Sierra Club Books.
Morin,
Edgar (2008). “On Complexity”. Cresskill: Hampton Press.
Wilber, Ken
(1995). “Sex, Ecology, Spirituality: The Spirit of Evolution.” Boston:
Shambhala.
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