La prestigiosa revista The Economist (generalmente sobria y conservadora en relación a la economía y situación mundial)
es conocida por su carácter analítico y generalmente no pretende anunciar grandes
cambios de dirección. Pero en su edición del 30 de julio al 5 de agosto de 2016,
bajo el artículo “The New Political Divide” (La Nueva División Política) básicamente
advierte que hay un peligro para la civilización. Se refiere a la marcada brecha
que está surgiendo gracias a dos megas tendencias políticas: Una hacia la
tolerancia, el pluralismo, el globalismo y el multilateralismo propia del
liberalismo original (que “The Economist” básicamente defiende) y otra hacia elegir
un rumbo proteccionista, nacionalista, exclusivista y unilateral (además de muy
probablemente xenófobo).
El artículo no solo se refiere a
la posición declaradamente “americanista y anti globalista” de Donald Trump, candidato
a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump. También nos indica que hay
similares desarrollos políticos en países como Hungría, Polonia, Rusia, Francia
y Gran Bretaña. Y advierte que si el conservador francés Le
Pen llegara a la presidencia, la Unión Europea podría desmembrarse. En realidad
para la línea editorial del The Economist - generalmente a favor de la
globalización y del libre comercio – la postura anti “free trade” (anti libre
comercio) expresada por Donald Trump (hoy un outsider infiltrado dentro del
Partido Republicano) podría ser tan preocupante como la postura anti “free
trade” del ex candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos Bernie
Sanders. Esta similitud la reconoce “The Economist” pero las razones por las
que cada cual emitiría expresiones contra el libre comercio tal como lo
conocemos hoy serían muy distintas.
Por un lado, Donald Trump sería
un personaje por el que actualmente en Estados Unidos (según encuestadores en
el programa Oppenheimer Presenta) estarían dispuestos a votar una mayoría de la
población blanca pero principalmente los poseedores de un bajo nivel de
educación, un segmento poblacional que es parte de la mayoría. Por eso mismo (como
se también se especuló en un reciente programa del periodista Andrés Oppenheimer)
el candidato Trump tampoco parecería estar muy interesado en el voto de origen
latino o afro americano. Sin embargo tampoco sus inexactas declaraciones y
estadísticas ni sus insinuaciones xenofóbicas o metidas de pata en cuanto a la geopolítica
parecería importar o tener serias consecuencias entre sus seguidores ya que, por
lo visto, se hayan más inspirados por la emoción que por la razón.
Quizás (como indica un reciente artículo
del New York Times del 15 de julio del 2016) “A Cure for Trumpism” estemos tratando
con un “culto a la personalidad” dentro de un partido de conservadores que hoy
en día no solo depende de “los ricos” sino que ha atraído más que antes también a personas de clases
sociales menos pudientes. Quizás hayan sido atraídos y radicalizados por
movimientos como el “Tea Party” que apela a una visión estadounidense fuerte,
imponente, menos analítica, contestataria y unilateral. Quizás el vuelco del
Partido Demócrata hacia la derecha además de su timidez para decir las cosas
claramente junto con el nuevo poder de influencia religiosa fundamentalista atractivo
para las clases menos educadas hayan también atraído a personas menos pudientes
y educadas a las filas del Partido Republicano. Pero creo que hay una tendencia más amplia en
todo esto. Creo que estamos viendo una serie de respuestas a la menor efectividad
de los valores, conceptos e instituciones actuales que deben evolucionar
adaptándose a una situación mundial mucho más entrelazada o “compleja”.
Pareciera que ante la falta de
respuesta o la relativa apatía de demócratas liberales vastos segmentos de personas
con un perfil psicológico intolerante a la ambigüedad se estaría volcando hacia
soluciones extremistas según el medio social donde viven. ¿Será Trump una nueva
versión del sentir conservador buscando dirección y respuestas? Pero este sería
un sentir atávico y más primitivo, algo ya casi exclusivamente pre-racional reemplazando
a un Partido Republicano que se habría reorganizado como servil a la gran
empresa después de la Guerra Civil.
¿Será el “fenómeno Trump” que asusta a los
republicanos hoy ya “tradicionales” una versión que también trata de superar al
igualmente cuestionado “Tea Party”, facción extremista conocida por su polarización
y contagiosa intransigencia siempre bloqueadora de iniciativas demócratas progresistas?
¿Se tratará de una reacción conservadora por el hartazgo ante un gobierno
entrampado además del temor por la situación terrorista internacional más un
etos militarista lo que hace atractivo percibir a Trump como alguien que habla directamente
a las emociones primarias? ¿será que los menos educados se han cansado del
discurrir intelectual sin soluciones que tradicionalmente han ofrecido los
partidos antes? ¿Será que alguien que habla concisamente a la frustración frente
a un “sueño americano” casi perdido puede tener tanto éxito simplemente al
echar la culpa y polarizar ventralmente con respuestas fáciles frente a personas
cuyos sueldos reales se han visto congelados por años (debido a políticas que
han desmantelado el “New Deal” y el sindicalismo de FD Roosevelt, asimismo permitiendo la toma de control plutocrático de
casi toda la clase política, junto a una financialización de la economía bajo fundamentos
ficticios, transfiriendo salarios a una clase exclusiva poco productiva, contribuyendo
a su capitalización y liberación de
impuestos (por ende a una riqueza efectiva) a ese menos del 1% de la población?
¿Serán capaces de elegir a alguien que podría hacerles más daño?
El hecho que Trump sea sumamente
rico y famoso por herencia, contexto y destreza para “ganar a como dé lugar”
además de haber estado presente en el imaginario público por sus escándalos,
sus casinos, sus bancarrotas, sus líos legales y hasta por su programa de
cable/televisión “The Apprentice” lo convierte hoy (en circunstancias políticas
polarizadas en las cuales los partidos tradicionales no coordinan) en alguien a
quien ven como un ganador que llega para rescatarlos, en una promesa para un
futuro más libre. Rico, seguro y dominante. Es el líder “triunfante” que muchos querrían ser;
alguien que en el imaginario podría manejar bien las cosas a pesar de su arrogancia,
de su inexactitud en los datos, aparente impaciencia y demás defectos. Quizás
provoca en muchos querer apoyarlo para que destrabe la política nacional,
mágicamente extendiendo su forma de lograr riqueza personal a todos. Quizás sienten
la necesidad de seguirlo tal como instintivamente se sigue de forma irracional al
“hombre fuerte” para que restablezca la confianza, la seguridad, la riqueza y el
orden. Pero peligrosamente se pasa por
alto que felicita a autócratas en el mundo o que directa o implícitamente amenaza
a poblaciones enteras, o que podría muy “suelto de huesos” incumplir con tratados
internacionales vigentes o quizás – para algarabía de muchos nacionalistas
rusos - abandonar a su suerte a países miembros de la OTAN. Quizás muchos
seguidores aún pasan por alto el haber sido públicamente considerado por el ex
director de la CIA León Panetta como una persona inadecuada para dirigir los
destinos del país desde los puntos de vista estratégicos, psicológicos y
geopolíticos.
Por otro lado, quienes votarían
por la candidata del Partido demócrata Hillary Clinton (a pesar de sus errores
conocidos por haber estado asociada ya demasiado tiempo con un sistema político
en decadencia) por lo general serían personas “más racionales”, de pensamiento
más cauto y moderno y – según mencionan encuestas en CNN y otros medios –
personas con un mayor nivel de educación…liberales más sopesados y pensantes. Pero
muchas de ellas apoyan a Hillary hoy no solo porque la opción republicana sería
impensable para su pensamiento crítico más desarrollado sino porque una gran
parte ya había apoyado al candidato Bernie Sanders, alguien realmente más
cercano a la política e ideales que una vez hicieron del Partido Demócrata el
partido de la gente común; el partido que bajo Franklin Delano Roosevelt se
opuso a monopolios, oligopolios y a los excesos cíclicos de una oligarquía que
llevó a la nación estadounidense a la Gran Depresión de los años 20 y 30 del
Siglo XX.
Sin embargo en el discurso de
Sanders también se nota otra expresión bastante poderosa de un deseo de cambio
radical y, tal como se menciona en el artículo del The Economist, él y Trump aproximadamente
coinciden en una postura anti “free trade”. En eso se parece Sanders a Trump
pero la tendencia hacia el unilateralismo
asociada al “no free trade” estaría en realidad más asociada a lo que se podría
denominar una “visión conservadora autócrata y auto mítica” de Donald Trump. Es
que el revisionismo socialista democrático más racional (y quizás
incipientemente post racional pero no pre-racional) de Sanders desde una perspectiva
posmoderna más inclusiva (abordando los problemas de la globalización y de cómo
está organizado el “free trade” actualmente) surge desde otro patrón
psicológico. No hay que confundir el impulso egoico pre-racional de Trump que
apela a frustraciones con el impulso humanitario racional clásico - post-racional clásico (o quizás incipientemente supra racional) de Sanders.
Sería un relativamente vasto segmento
de personas psicológicamente conservadoras y con la necesidad de mitificar
líderes y doctrinas, bajo una gran necesidad de vivir bajo un alto nivel de estructura
y predictibilidad externamente impuesta. Y serían ellas quienes se estarían volviendo hoy en día más
efectivas en su elección de políticos reaccionarios utilizando los medios democráticos
modernos para imponer su elección anti liberal. Ellas ante la decadencia de las
instituciones, de la pérdida de “poder” y “prestigio”, al percibir que su sociedad
ya no se rige regida bajo un único set
de valores arcaicos y sintiendo una imperante necesidad psicológica de vivir bajo
un orden externo clara (y hasta forzosamente) estructurado estarían apoyando
políticas pre-modernas y pre-liberales aunque estas resulten ser esencialmente anti
democráticas y anti constitucionales.
Estaríamos hablando de una mega tendencia
no solo por lo que estamos viendo hoy en Estados Unidos sino más activa en el
mundo y por la cual, si es estas personas se mueven en un ámbito social en el
cual su auto identidad se basa principalmente en un grupo étnico o en un sentir
nacionalista estaríamos hablando de la generación de expresiones neo fascistas
mientras que si se mueven en un ámbito social en el cual su auto identidad se
basa principalmente en una fe religiosa
estaríamos hablando de expresiones extremistas religiosas anti sistema. Inclusive
en algunos casos podríamos hablar de regresiones hacia jerarquías políticas de
derecha o de izquierda mitificadas de forma pre-moderna. Un gran porcentaje de
la población mundial estaría apta para unirse a estas y otras expresiones
extremistas apenas se den las condiciones sociales o la oportunidad.
Y no solo sería la crisis del
modelo civilizatorio sino la crisis de la inadaptación a la complejidad, aunada
a la confusión de valores y a sistemas económicos y políticos menos funcionales
como para sustentar o llevar a un nivel superior a los ideales liberales-democráticos
en un mundo que crecientemente funciona bajo parámetros organizativos no
lineales, donde la democracia representativa fácilmente se entrampa bajo un
etos de cinismo e intereses personales o por presiones sociales donde un excesivo
número de “actores” o voces políticas empoderadas por la misma democracia
moderna no coordinan bien entre sí.
Por ello hay que crear algo
distinto, mejor. La siguiente etapa cultural, política y ética más sana
liberadora y comprehensiva que aporte claridad a quienes no pueden vivir en la ambigüedad
pero que afiance y perfeccione los logros del liberalismo más sano.
La continuación de posiciones
opuestas intransigentes llevaría a la proliferación de un orden local impuesto
por mafias grandes o pequeñas de todo tipo, visiones exclusivistas institucionalizadas
o no pero tratando de llegar al poder o de aprovecharse de las libertades que
brindan los sistemas legales y liberales, democráticos y modernos, sea (según
el nivel de conciencia) por razones ideológicas en aras del bien común (pero bajo
perspectivas disfuncionales) o por razones netamente personalistas y egoístas. Según
la Teoría Integral evolucionista estaríamos ante un choque entre personas que
han asumido distintas ideologías y valores pero que en realidad más
específicamente sería un choque entre ideologías y valores contrapuestos pero
propios de un mismo nivel de conciencia (de una forma general de valorar,
comprender, auto identificarse y sentir) “mítico-pre-moderno” por el cual (ante
nuevas oportunidades coyunturales que lo hacen permisible) muchas personas
desencantadas con la falta de sencillez, claridad y orden reaccionan como partícipes
políticamente influyentes al sentirse que la respuesta se haya en diversos
extremismos.
Al ser naturalmente más igualitarios, permisivos
e inclusivos de la participación ciudadana general, los sistemas políticos democráticos
modernos (que requieren de ciudadanos responsables, tolerantes y pluralistas) estarían
hoy siendo “arrebatados” por individuos ávidos de soluciones rápidas pero
incapaces de aportar hacia un estadio de desarrollo cultural, político y valorativo
más complejo; incapaces de fortalecer lo mejor de la modernidad y aportar hacia
etapas de desarrollo personal y cultural superiores y más inclusivos de los mejores
aspectos de la modernidad y de la posmodernidad. Dicho de otro modo, muchas
personas que aún necesitan ser lideradas de forma caudillista y que viven bajo
la necesidad de sostener sistemas de vida definidos (pero asimismo más verticales y exclusivistas) deberían
dar un salto primero hacia un modo sano de precisar la modernidad para no poner
la evolución cultural en peligro activando una mayor polarización uniéndose a
causas utópicas regresivas.
A largo plazo, mayores segmentos de la
humanidad se han incorporado a sistemas políticos y culturales que han mejorado
muchos aspectos de la vida humana. La tendencia general aún es la de seguir “evolucionando”
hacia una etapa política y cultural posmoderna y posteriormente integral o integralista.
En las etapas posmoderna e integralista se reconocerían las contribuciones de
pueblos que no han seguido la evolución cultural occidental. En realidad en la
etapa integralista no solo se
reconocerían todas las sabidurías, métodos y descubrimientos integrables más
importantes de cada etapa y tipo de cultura y sino que se podría generar una
civilización planetaria más coherente y sinérgica en base al descubrimiento
meta conceptual de cómo podrían estas sabidurías, métodos y descubrimientos enlazarse
de forma coherente aunque hoy parecen existir bajo premisas epistemológicas
dispares.
Así como vemos en el contexto
actual que muchas personas en estadios de desarrollo psicológico pre-moderno se
hayan dispuestas a apoyar a candidatos con políticas regresivas, otro gran
segmento de la población mundial ya se haya actitudinal, valorativa y conscientemente
en un modo de existencia personal moderno y (en menor número) en el posmoderno
que es aún más igualitario y tolerante. También ya existiría un incipiente
porcentaje de personas capaces de un modo de vida integralista. La división
política que menciona el artículo de The Economist habría sido causada por el
ingreso a una participación política más agresiva de un segmento de la
población con actitudes pre-modernas pero podría ser contrarrestado para que la
población mundial continúe su proceso evolutivo armonizando con todos los
niveles evolutivos anteriores.
Lo que hay que hacer es primero difundir
una educación cívica y de valores para gradualmente construir una sociedad de
personas con valores modernos, evolucionando hacia valores sanamente posmodernos
e integrales y sobre esa base ayudar a que una mayor proporción de la población
evolucione no solo para ser dignos ciudadanos de instituciones más tolerantes y
modernas sino para que también logren trascender el nivel moderno clásico ayudando
a construir el siguiente. Y conceptualmente
hay que crear sistemas políticos y económicos
más funcionales para que las personas que aún necesitan vivir con mayor estructura
y poca ambigüedad se sientan seguras. Quizás los experimentos en democracia
directa mencionados por Alan Watkins e Iman Stratenus autores del libro “Crowdocracy:
The End of Politics” puedan aplicarse con éxito y sirvan para incluir de forma
constructiva a la mayoría de las personas en diferentes estadios de desarrollo.
Un lema de esta aproximación (que se traduciría algo así como como “multicracia”
o “multitudcracia”) es que “ninguno de nosotros es tan inteligente como todos
nosotros juntos”. Sugiero que al respecto lean sobre los
experimentos en decisión colectiva y
sobre la creación de políticas de forma colectiva en obras como las de la
profesora Helen Landernore “Democratic Reason: Politics, Collective
Intelligence and the Rule of the Many” publicado en 2013 por Princeton
University Press.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.